ANALISIS

Papote y Budy

Spread the love

Por Clemente Terrero

Quiero aprovechar este día de los padres para hablarles de dos personas que fueron parte de la historia de mi vida, quienes jugaron un importante papel durante mi niñez y de otros niños del barrio, vigilándonos y resguardándonos de situaciones peligrosas que días tras días nos acechaban, durante esa etapa de nuestro desarrollo.

En esos tiempos se usaba que los padres delegaban el cuidado de sus hijos a personas mayores que gozaban de su confianza, una especie de tutoría consentida. En el caso de nosotros, ese papel lo hicieron dos personas: Papote y Budy.

Papote (Rafael Nolasco) era un vendedor de pescado que siempre estaba en la playa esperando a los pescadores; por eso siempre se mantenía vigilándonos cuando nos bañábamos en la playa, para que no nos retiráramos muy lejos de la orilla, por el peligro que representaba. Cuando nos salíamos de los limites, buscaba una rama de un árbol y nos enviaba a la casa con las nalgas bien calientes.

Budy, como le decíamos, su nombre real era Leonida Féliz, uno de los mejores peloteros, center fielder, del equipo amateur de Barahona. Era pescador y siempre vivía vigilándonos, ya que frecuentaba la playa.

En esos tiempos circulaban diferentes especies de tiburones en nuestro litoral marino, detrás de cardúmenes de peces llamados lisa y de mantas rallas, que eran sus alimentos favoritos.  Desde la orilla del mar nosotros veíamos muchas veces surcar sus aletas dorsales cuando le caían detrás a esos peces.

En esos días los pescadores tenían la información de que un tiburón cuernuda o tiburón martillo había llegado como hospedero a nuestra playa, lo que resultaba una gran preocupación para todos, porque era una especie muy agresiva.

Un día nos bañábamos cerca de la orilla de la playa, por donde se encontraba el bote de mi papá, próximo a él estaba el palo de Sixto, en donde lo amarraba. Sixto era el papá de mi amigo Senso, un señor alto y delgado muy misterioso que siempre andaba solo, según nos contaba mi papá, a él le iba bien en la pesca, cogía muchos peces, porque cuando pescaba hacía unas extrañas oraciones.

Dentro del mar estábamos, mis hermano Domingo y Remy, mi primo Bolívar y si mal no recuerdo mi mejor amigo de infancia, Manuel Eduardo Beltré, alias Calán. El mar estaba tranquilo y nosotros chapuceábamos alegremente, golpeando el agua con las manos, todos jugando muy contentos, yo debía tener unos 8 años.

No recuerdo la fecha de ese acontecimiento, pero era una mañana, en la orilla de la playa estaba Budy, disfrutando de nuestro baño, observándonos jugar con el agua, nosotros brincando y zambulléndonos, estábamos tan felices que no percibíamos el peligro que nos acechaba, hasta que Budy, quien se mantenía atento, de repente pegó un grito con toda su fuerza.

Nos voceó: muchachos, salgan rápido del agua, que viene un tiburón, ¡un tiburón! nos gritaba y nos gritaba, saltaba en la orilla loco por entrar a rescatarnos. Yo miré para el lugar donde él nos señalaba y observé una aleta grande de un tiburón que venía a toda velocidad hacia nosotros, estaba bastante cerca, pero nos movimos rápido y pudimos llegar a la orilla antes que nos alcanzara. Logramos escapar de ese hambriento tiburón, que no venía con buenas intenciones.

El tiburón llegó hasta el lugar donde estábamos, y al no encontrar nada, dio la vuelta y se marchó, imaginó que muy hambriento y desconcertado. Budy nos salvó de los dientes y las fuertes mandíbulas de ese temible tiburón.

Narro esta historia para que se valore que, en mis tiempos de niño, la amistad era una relación de hermandad y cariño, y que había personas que se dedicaban, sin que le costará un solo centavo, a vigilar y cuidar a los niños, hijos de sus amigos.

Vaya mi agradecimiento a todas esas personas que nos cuidaron siempre, con amor y dedicación, para resguardarnos de los males que nos asechaban, a quienes consideramos como nuestros protectores y, por qué no, padres también.

POR SIEMPRE A USTEDES PAPOTE Y BUDY, DONDE QUIERA QUE ESTÉN, EN ESTE DÍA DE LOS PADRES, MI ADMIRACIÓN Y CARIÑO.

*El autor es médico pediatra

Related Posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *